Seguramente te has parado frente a algo y has sentido un cambio en tu interior. Puede haber sido una puesta de sol, una pintura, una flor, una pieza musical, un texto, una obra arquitectónica o incluso una niña disfrazada de princesa. Créeme: la fascinación que sentiste en ese momento no fue solo visual. Lo que ocurrió fue un cambio sutil en tus neuronas, tus sensaciones e incluso en tu estado de ánimo (que se ve realmente afectado).
Belleza y Cerebro en Acción
Una investigación desarrollada por equipos del University College de Londres demostró que la belleza, en cierto modo, nutre el cerebro. También reveló que lo que consideramos bello no solo está ahí fuera, sino que nace, o al menos se cristaliza, en nuestro interior.
El estudio identificó que cuando contemplamos algo que consideramos bello, se activa una región llamada corteza orbitofrontal medial de nuestro cerebro. Esto significa que la belleza estimula nuestro centro de recompensa, el que normalmente reacciona a lo que nos da placer, como la comida reconfortante o la interacción social con quienes nos hacen sentir bien. De la cognición al estado de ánimo: La correlación es sutil
Esto sucede porque, cuando vemos algo bello, nuestro cerebro responde con una oleada de bienestar, lo que tiene consecuencias indirectas que afectan nuestra cognición (atención, memoria, toma de decisiones) y nuestro estado de ánimo. Cuando encontramos armonía en las formas o los colores y percibimos algo en el lugar correcto, nuestro cerebro reconoce patrones. Y esto es algo muy importante para la cognición.
El mensaje es: «Ah, esto tiene sentido». Y lo que tiene sentido genera ligereza. Desde la perspectiva del estado de ánimo, esto se traduce en una sonrisa, un placer sereno, una disposición a mirar el mundo con mayor apertura, entre otras sensaciones. Existe un área de la ciencia, llamada neuroestética, que indica que la belleza funciona como una recompensa. Es decir, genera motivación, movimiento y bienestar. El trabajo de EntrefocUS consiste en llevar estos descubrimientos científicos a la práctica.
La belleza como práctica diaria
Si queremos aplicar esta idea a la vida práctica y al mundo de la belleza, podemos sugerir que el lugar donde realizas tus rutinas de autocuidado debería ser un instrumento de bienestar cognitivo y emocional, si se incorporan pequeños detalles: luz natural o un perfume que te guste.
Al elegir una rutina de cuidado de la piel o maquillaje que te haga sentir bien, una mujer activa más que solo su piel. De hecho, moviliza su mente y contribuye a su estado de ánimo. Y, al organizar el entorno, valorando la iluminación, los colores y las texturas que le gustan, es posible ofrecer a su cerebro estímulos que pueden activar el modo de recompensa, convirtiéndolo en un aliado de su cognición, su bienestar y su expresión.
Recuerda: cuando nos permitimos contemplar la belleza, en nosotras mismas o en el mundo exterior, cultivamos la ligereza y abrimos espacio para la creatividad y el humor. Esto sucede porque los estímulos placenteros reducen la tensión y promueven la fluidez mental.
Una invitación
Ya sean los espejos o el paisaje que nos rodea, la belleza puede ser la invitación que nuestro cerebro espera para despertar. Es decir, para pensar mejor, sentir mejor e incluso reír mejor. Es posible transformar esta invitación en un gesto cotidiano, en un lenguaje de cariño, en una expresión de alegría.
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